viernes, 22 de febrero de 2013

LAS ETAPAS DE LA PAREJA


La pareja, como cualquier sistema vivo, puede ser descrita como algo que cambia permanentemente, en un proceso de desarrollo, con un nacimiento, un crecimiento, una madurez, un reposo y una muerte.

Tan diferentes como los individuos, las parejas viven ciclos más cortos o más largos. Pueden durar un día o toda una vida. Y no es igual cuando nace que en la mitad del ciclo, o al final del mismo.

Las parejas pueden formarse respondiendo a distintos tipos de motivación y en diferentes etapas de la vida de las personas. Aunque hay diversos modos y criterios para emparejarse, actualmente una gran mayoría de las personas que se unen, tiene como motivación fundamental el amor (el enamoramiento) y un proyecto de vida en común.

De modo general, se puede establecer el ciclo de vida de una pareja basada en el enamoramiento, en las siguientes etapas:

EL FLECHAZO

Es un instante de deslumbramiento, el momento en el que se produce el chispazo, se descubre “la química”. Aunque no conozcamos al otro, proyectamos en él nuestras ilusiones, deseos y fantasías. Nuestra imaginación vuela y no necesariamente coincide con la realidad. Es el momento del imán, la atracción inexplicable hacia el otro, ese “no-sé-qué” que nos gusta.

Nuestra sexualidad y el deseo también acompañan estos vuelos imaginativos. Sentimos mariposas en el estómago ante la inminente presencia de nuestro objeto del deseo, escalofríos, sudor, excitación, nerviosismo y ansias por el contacto físico. Dura aproximadamente 2 meses.

ENAMORAMIENTO

Es la etapa de la pasión amorosa. Dura más que la etapa anterior (aproximadamente 6 meses). Es una fuente de energía e intimidad. Nos vamos conociendo, pasamos mucho tiempo juntos, fluctúan ilusiones y desilusiones, justamente a raíz del proceso de irnos conociendo y saber cómo es el otro de verdad.

Comenzamos a pensar en “nosotros”, y a tener la necesidad de proyectos compartidos. En esta etapa la sexualidad está a flor de piel, muy activa, suele haber contacto sexual corporal, genital y coital permanente.

FORMACIÓN DE ESTABILIDAD

Se descubren las posibilidades y límites de la relación, aprendemos a compartir y a conocer a quien nos acompaña. Es una etapa difícil, de adaptación mutua, en la cual el proyecto es consolidar el “nosotros” y aprender a crecer de a dos.

Desde el punto de vista sexual, vamos conociendo qué nos gusta del otro; la relación sexual se va estabilizando y muchas veces disminuye un poco en frecuencia, pero no necesariamente en intensidad. El grado de intimidad se incrementa por el aumento de la confianza y el conocimiento mutuos.

AFIRMACIÓN

En esta etapa se produce el aprendizaje de la convivencia. Hay que aprender a negociar, a compartir roles, a aceptar las diferencias, a resolver las dificultades y conflictos. Se produce también una lucha por el poder, peleamos a ver quién tiene la razón, quién se somete y quién es sometido.

Es el momento de la formación de la familia, con la llegada de los hijos, lo cual genera un cambio (la primera crisis vital importante y universal) en el sistema familiar formado antes solamente por los integrantes de la pareja. Ahora, hay que adaptarse a los nuevos roles parentales, donde los hijos se interponen y se modifica la intimidad en la pareja.

La sexualidad se condiciona a la presencia de los hijos, tenemos que esperar que se duerman o se vayan a otro lado, o dejarlos con alguien para “escaparnos” a estar solos. Los niveles de expresividad sexual deben cambiar para adaptarse a la nueva situación.

LA MITAD DE LA VIDA

Se produce aproximadamente entre los 35 y los 50 años de vida de las personas. En esta etapa nos encontramos en medio de la crisis de pareja con nuestras crisis personales relacionadas e interactuando con las de nuestros hijos (adolescentes), nuestros padres (en su tercera edad) lo cual en ocasiones puede llegar a generar una gran crisis familiar.

Es una etapa difícil, de replanteos y de balances personales y conyugales. Solemos pensar qué proyectos cumplimos y cuáles no. Desde el punto de vista sexual hay rutinas, muchas veces falta de comunicación.

Y en ocasiones no encontramos en el otro la posible satisfacción de nuestras cambiantes necesidades. Se necesita fortalecer la autoestima y puede buscarse fuera de la pareja lo que no se encuentra en ella.

Es por esto que en esta etapa es cuando se producen en general los mayores índices de infidelidad. Si no prestamos suficiente atención a la satisfacción de necesidades mutuas, puede ser una fase dolorosa.

MADUREZ Y VEJEZ

En este momento, los hijos ya son grandes, se van de la casa y los integrantes de la pareja se quedan nuevamente solos. Se produce en este momento otra de las grandes crisis evolutivas universales en la pareja.

¿Qué sucede con la intimidad, la sexualidad y el amor?

Pueden producirse dos situaciones extremas. En una, se genera un reencuentro: los integrantes de la pareja nos volvemos a encontrar (“volvemos a ser novios”) y si está todo bien, nos re-elegimos, nos conquistamos nuevamente y re-vivimos juntos situaciones de plenitud (irse de viaje, compartir paseos, estar solos de nuevo), con un resurgimiento sexual que puede ser tanto genital como afectivo.

También si nos lo permitimos, hay una liberación en el goce de la sexualidad porque ya no existen barreras como la posibilidad de un embarazo, ni la presencia de otras personas (por ejemplo, los hijos) que inhiben la expresividad sexual.

En el segundo caso, puede suceder que se hayan producido crisis accidentales o de cualquier otro tipo y los miembros de la pareja se sienten como dos extraños. No se reconocen ni encuentran de dónde sostenerse para mantener la relación y entonces puede producirse la ruptura.

Cada pareja es un mundo. Nos pasan cosas distintas, en momentos diferentes, pero en algunos casos hay coincidencias y situaciones más o menos universales.

La clave está en reconocerlas y aceptarlas para cambiar aquellas que podemos y convivir lo más pacífica y serenamente con las que no pueden modificarse.


martes, 5 de febrero de 2013

Sexo Anal, Sí!


Muchas personas lo consideran una práctica prohibida, otras tantas dicen que es algo sucio, no menos son las que creen que se trata algo exclusivamente para homosexuales, pero lo cierto es que el sexo anal cada vez se practica más. ¿Motivos? hay muchos, pero quizá el más importante sea el placer que provoca el sexo anal que, con las adecuadas medidas higiénicas y de protección, puede ser tan agradable como el coito o el sexo oral.
El origen del sexo anal no es tan moderno como algunos pueden pensar. Sus primeras prácticas documentadas se datan en la Grecia clásica, cuando en la vieja y próspera Atenas, sus vecinos realizaban estas prácticas sexuales para demostrar su dominio sobre otras personas. Por estos orígenes se conoce popularmente a este tipo de relación sexual como 'un griego'.

Consideraciones históricas al margen, el sexo anal se da principalmente en relaciones homosexuales. Sin embargo, cada vez más heterosexuales se adentran en esta aventura, buscando nuevas dosis de placer y morbo. Eso sí, tanto en un caso como en otro hay que seguir una serie de normas básicas relacionadas con la higiene, la salud y la seguridad.

No hay que ser un experto en anatomía humana para saber que las materias que hay en recto no son precisamente limpias. Por este motivo es más que aconsejable realizar una limpieza de la zona para no encontrarse con sorpresas desagradables. En primer lugar no te agobies pensando en que puedes encontrarte algo de heces porque, por lo general, el ano queda limpio entre defecación y defecación, aunque ojo, en esa área el volumen de bacterias y gérmenes es muy superior al que se puede localizar en otro lugar del cuerpo.

 
embarazo. Un solo germen de los que hay por ahí abajo te pueden causar muchos problemas en forma de infecciones o enfermedades de transmisión sexual, por lo tanto recuerda que en este caso es tan importante el condón como si practicas un coito normal.
Otro de los puntos a tener en cuenta es la facilidad para realizar la penetración. Sobre todo si es la primera vez, se aconseja usar productos que relajen el ano para facilitar el acceso del pene a su interior. El sexo anal es muy placentero, pero puede ser también muy doloroso si no ayudamos un poquito para que el pene entre en el otro cuerpo. El uso de lubricantes se antoja como necesario en la mayoría de los casos, además ayudará a que el miembro viril resbale mejor, por lo que las sensaciones serán mucho mejores y se podrá alcanzar el máximo placer en menos tiempo.

Me he referido anteriormente al placer, y no quiero dejar de hacerlo porqué al fin y al cabo cuando tenemos relaciones sexuales ese es el objetivo: el placer. Si hay algo en lo que coincidamos hombres y mujeres es que un par de centímetros en el interior del recto tenemos localizados un punto G. Dicen que para localizarlo bien, basta con introducir el dedo y hacer el gesto de "ven hacia aquí". De hecho, hay un tipo de orgasmo característico de la fricción con ese punto G con sensaciones e intensidad distintas al orgasmo habitual.
Otras cuestiones sorprendentes del sexo anal.

El sexo anal es tabú. La afirmación no es nueva ni tampoco propia de culturas lejanas. Sin ir más lejos en la vecina Gibraltar hasta el año pasado estaba teóricamente prohibido. El Código Penal de la colonia británica mencionaba explícitamente al "sexo anal". Lo consideraba como una ofensa hacia otra persona, o como un acto de indecencia grave cuando se practicaba entre hombres.

Claro que la legislación llanita sigue precisando que las relaciones sexuales se deben mantener únicamente entre dos personas, en la intimidad del hogar y prohibía que se realizaran en servicios públicos. Además, el Gobierno de la roca sometió a referéndum el pasado año la posibilidad de elevar la edad mínima en la que dos hombres podían mantener relaciones sexuales de los 16 a los 18 años, como sucede en las parejas heterosexuales.